La buena forma física y la masa muscular: aliados en la lucha contra el cáncer

La buena forma física y la masa muscular: aliados en la lucha contra el cáncer

Una reciente investigación publicada en el British Journal of Sports Medicine ha puesto de manifiesto la importancia de mantener una buena forma física y desarrollar masa muscular a través del ejercicio para reducir el riesgo de muerte por cáncer. Los hallazgos sugieren que quienes presentan mejores condiciones cardiorrespiratorias y una mayor masa muscular tienen entre un 31% y un 46% menos de probabilidades de fallecer, lo que representa un avance significativo en la comprensión de cómo la actividad física influye en la supervivencia de pacientes oncológicos.

Un estudio que refuerza “el ejercicio es medicina”
El estudio ha generado un gran interés en la comunidad científica y en los profesionales de la salud, ya que respalda la idea de que el ejercicio regular no solo mejora la calidad de vida, sino que también actúa como una herramienta preventiva y complementaria en el tratamiento del cáncer. Estos resultados se alinean con la creciente evidencia de que la actividad física y el entrenamiento de fuerza tienen un impacto positivo en diversos aspectos de la salud, incluyendo la función inmunológica, el control de la inflamación y la mejora de la sensibilidad a la insulina.

De acuerdo con el estudio, los participantes que lograron mantener una mayor capacidad cardiorrespiratoria y desarrollar una buena masa muscular presentaron una notable reducción en la mortalidad. Este dato es especialmente relevante, ya que la pérdida de masa muscular –conocida clínicamente como sarcopenia– es un problema común en pacientes con cáncer y en personas de edad avanzada, y se ha relacionado con peores pronósticos y mayor mortalidad. Por ello, fomentar actividades que fortalezcan el músculo no solo es beneficioso para prevenir enfermedades cardiovasculares y metabólicas, sino también para mejorar la supervivencia en casos de cáncer.

Mecanismos detrás del beneficio del ejercicio
Los mecanismos que explican estos beneficios son múltiples y complejos. En primer lugar, el ejercicio aeróbico mejora la capacidad del corazón y los pulmones, lo que permite una mejor oxigenación de los tejidos y un funcionamiento más eficiente de todos los sistemas del organismo. Por otro lado, el entrenamiento de fuerza contribuye al aumento y mantenimiento de la masa muscular, lo que a su vez se asocia a una mayor resistencia frente al estrés metabólico y a una reducción de la inflamación sistémica.

Una mayor masa muscular no solo actúa como reserva de energía y soporte estructural, sino que también puede influir en la regulación de hormonas y citoquinas implicadas en la progresión tumoral. Además, la actividad física ayuda a mejorar la circulación sanguínea y a potenciar la respuesta inmunitaria, factores que pueden facilitar la detección y eliminación temprana de células cancerosas. Estos efectos combinados refuerzan la idea de que un estilo de vida activo puede ser decisivo en el manejo integral del cáncer.

Implicaciones para el tratamiento y la prevención del cáncer
Aunque el ejercicio no sustituye a los tratamientos médicos convencionales, su inclusión en el manejo del cáncer ofrece beneficios adicionales. La actividad física adaptada a las condiciones y capacidades de cada paciente puede complementar la quimioterapia, la radioterapia y otras intervenciones médicas, ayudando a mitigar algunos de sus efectos secundarios. Por ello, cada vez son más los equipos multidisciplinarios que integran fisioterapeutas, entrenadores especializados y médicos para desarrollar programas de rehabilitación y ejercicio personalizados.

Organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el American College of Sports Medicine (ACSM), han promovido durante años la incorporación del ejercicio en la rutina diaria como medida preventiva contra enfermedades crónicas. Este estudio refuerza esos lineamientos y aporta una evidencia adicional de que la actividad física debe ser considerada un componente esencial en la estrategia global de prevención y tratamiento del cáncer.

Recomendaciones para pacientes y profesionales
Ante estos hallazgos, es fundamental que los pacientes, así como las personas que buscan prevenir el desarrollo de enfermedades graves, consulten con sus profesionales de la salud antes de iniciar cualquier programa de ejercicio. La personalización de la actividad física es clave, ya que factores como la edad, el estado físico actual y el tipo de cáncer requieren un enfoque individualizado. Los especialistas pueden recomendar ejercicios aeróbicos, de fuerza o una combinación de ambos, adaptados a las necesidades específicas de cada persona, garantizando así la máxima eficacia y seguridad.

Además, estos resultados deben incentivar a los profesionales del deporte y la salud a seguir investigando la relación entre la masa muscular, la aptitud cardiorrespiratoria y la supervivencia en pacientes con cáncer. Profundizar en estos aspectos no solo permitirá mejorar los protocolos de intervención, sino que también abrirá la puerta a nuevas estrategias terapéuticas que integren la actividad física como un componente central en el manejo oncológico.

En definitiva, la evidencia presentada en este estudio subraya la relevancia de incorporar la actividad física en nuestra vida diaria, no solo como un medio para mejorar la condición física general, sino también como una estrategia potencial para aumentar la supervivencia en casos de cáncer. En PAPEF Andalucía creemos firmemente que promover una vida activa y saludable es fundamental para enfrentar los retos que nos presenta la salud moderna.

Este avance en la investigación nos invita a reflexionar sobre la importancia de mantenernos activos y de trabajar en el fortalecimiento muscular como parte de una estrategia integral de prevención y tratamiento del cáncer. La combinación de un buen estado cardiorrespiratorio y una sólida masa muscular no solo mejora la calidad de vida, sino que también puede marcar la diferencia en momentos críticos, reduciendo significativamente el riesgo de mortalidad.

Incorporar hábitos de ejercicio regular, guiados por profesionales y adaptados a nuestras necesidades, se convierte en una inversión en salud a largo plazo. Así, cada esfuerzo y cada sesión de entrenamiento contribuyen a construir un futuro más saludable y a enfrentar con mayor fortaleza los desafíos que puedan surgir en el camino.

Fuentes: artículo